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LIMPIEZA Y SELECCIÓN DE LAS ENSALADAS

Es mejor hacer ensaladas con distintas variedades de verduras. Estas mezclas son las que las harán atractivas para poder tropezarse con hojas frágiles, recias o carnosas, ácidas, amargas o dulces. Hoja de roble, lechugas normales o rizadas, achicorias, escarolas, cogollos y multitud de otras que varían según las regiones y los mercados. Han de ser de tacto firme y húmedo. El corte de su tallo blanquecino, de aspecto lechoso, sinónimo de frescura, con sus cogollos bien prietos. La hierba del canónigo, los cardillos y los berros tiene que tener los tallos firmes y recios, carnosos y de hojas frescas y enteras, tambien húmedas.
Para limpiar las lechugas, quitar las hojas exteriores y deshacer los cogollos delicadamente. Para los brotes, berros y similares, deshojar puntas y tallos y lavarlos bajo el grifo para eliminar restos de tierra y arena. Seguidamente sumergirlos en abundante agua con unas gotas de vinagre o de lejía, justo el tiempo necesario para eliminar las impurezas de los recovecos más inaccesibles. Escurrirlas e introducirlas en un cestillo giratorio o en un trapo bien seco, agitándolas con suavidad para eliminar el exceso de agua.
La mejor manera de conservar la verdura de ensalada una vez lavada, es envuelta en un trapo humedecido, en el interior de un cuenco en la nevera, o, aunque parezca mentira, en el interior de una bolsa de plástico, también en el frigorífico.

CANÓNIGOS AL LIMÓN CON ACEITUNAS NEGRAS

2 bolsas de canónigos limpios listos para ensalada
1 puñado de aceitunas negras picadas
6 cucharadas de aceite de oliva virgen
El zumo de 1/2 limón
Sal y pimienta
Es difícil encontrar en el mercado canónigos salvajes, sin limpiar. Es una verdura de ensalada en forma de pequeños tallos, verdosa y de 3,4 ó 5 hojitas unidas por el tallo que normalmente se venden ya limpios, en bolsas. Si los encontramos en barquetas o al peso, los limpiamos como de costumbre, en agua adicionada de unas gotas de vinagre o lejía. Las escurrimos.
Hacemos el aliño, mezclando las aceitunas con el zumo, la sal y la pimienta y añadiendo en fino cordón el aceite de oliva. Batimos enérgicamente con las púas de un tenedor. Rociamos los canónigos con esta mezcla y meneamos con ritmo. A la mesa a toda leche, que se marchitan sólo de verlos.