2 kg. de percebes bien frescos, de pezuña oscura y bien gordos
1 hoja de laurel fresca
Agua y sal
Llenamos una cazuela amplia con mucho agua (de mar, si fuera posible). En caso contrario, la sazonamos a razón de 30 g. de sal por litro de agua. Introducimos una hoja de laurel. La tapamos para que hierva más rápido y en el momento que arranca el hervor muy agitadamente, la destapamos y volcamos los percebes en su interior, donde se mantendrán hasta que arranquen de nuevo a hervir. Surgidos los primeros hervores, contamos hasta 15 segundos y los escurrimos rápidamente. Una vez templados hasta el punto de que no se quemen los dedos, nos los jamamos con una servilleta puesta bien grande porque los manchones de percebe no hay dios que los quite. Fríos también se pueden comer, aunque es otra historia de menor importancia.